
Era cuarto menguante, y todas aquellas miradas lanzaban sus deseos al bajar la marea. El verano parecía adueñarse de las luces de ciudad, de los miles de corazones que ardían haciendo cenizas sus sueños. Y de nuevo en la orilla, bañada en salitre.
Dos tequilas con sal y limón, y un acento arrancándome la piel. Miles de camas deshaciéndose en conciertos, y yo solicitando mi ración de amor. Sonríeme otra vez, bailaré lenta. Y en una mirada quiero quedarme a vivir.
Que ésta vida cambia de rumbo y canción.
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