domingo, 7 de abril de 2013


ADIÓS AMOR, NO VUELVAS A TOCARME LA PIEL

Tal vez sería la última canción que podría escribir. Aterrizaba un 12 de marzo y mi mundo en cuestión de días comenzaría un vals del revés. Ya no sé si fueron horas o años lo que pasaron en aquella habitación. Volamos lejos, desde Coruña hasta Dublín pasando por la capital de Europa. Le leí el guión y ya no sé quién de los dos lloró más. Le juré llegar un día a Bangkok. Hay veces en la vida en las que has agotado cualquier combinación de palabras con otro ser.. Y no es que no tengas nada que decirte, sino que ya te lo has dicho todo. Pasaron mañanas, tardes de olas y café. Seguía lloviendo, nunca había dejado de hacerlo. Sonaba Yves Montand y con su Byciclette paseabas por las calles mojadas de Lorient por última vez. Sus dedos se movían entre las teclas de un piano que todavía sonaba a un par de kilómetros. Y así fue como entendí el por qué de mis acordes, el por qué de tanta canción, el por qué de tanta soledad necesitada y olas gastadas, el por qué de un mundo que nació en ti para crecer en mi. Como aquella vez en el bar de la esquina. Decían que una niña de ojos oscuros una vez soñó alto, cerró fuerte los ojos... y vivió, vivió más aún.


  Volvamos a la vida.
  La playa seguía llorando, respiré fuerte salitre para superar un invierno largo. Había una canción sin mi y más dulzura nublándome el amor. Las cosas habían cambiado. Qué duro se hizo volver. Qué fácil fue evitar pensar que tú ya no estás, que tú ya no eres, que volaste lejos sin mirar atrás. Supongo que estarás bien. Por aquí días que se escapan de las manos, días intensos, días raros. Volvimos a reír y cantar, a bajar las ventanillas y parar el tiempo. Me juré menos pensar y más pasear sola, pero todas mis canciones me llevaban al mismo lugar: olvidar un verano o que nunca sea suficiente. Pero hace un año, fue hace un año. Una conversación de sábado noche, un par de gintonics y tantos miedos a la luz quebrándonos el sueño, arrebatándonos la vida. Era un vuelo equivocado, ella lo sabía también. Domingo de luces de ciudad, de aeropuertos, de Rompeolas. Abrázame antes de marchar. A 24 grados en la cala, a miles de kilómetros de mi.



             Dicen que mientras Andrés e Iván sonaban, ella bailaba en Dublín.

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