martes, 16 de junio de 2015

A Menorca por culpa de una canción.


Sí,

decidí venirme a Menorca por culpa de una canción.


Me habían ofrecido algo que no sólo no me convencía, si no que también me asustaba. 

Pero entonces sonó.

Su canción hablaba de esta isla

-sí, si quieres ver señales, las ves-

así que de la noche a la mañana me planté aquí.

(que si sale mal, la culpa será de Andrés Suárez)

La cosa es que este punto de locura, de arriesgarse, de no ser del todo consciente

no siempre es fácil de llevar.

Ese momento en el que bajas de un avión sabiendo que nada ni nadie espera.

Esa sensación de soledad.. El no saber hasta qué punto has hecho lo correcto, si saldrá bien, si no. El quebradero de cabeza de encontrar alojamiento, el buscarte la vida con mochila y maleta a cuestas. Esas ganas de encontrar un guiño, un abrazo, una sonrisa.

Nadie dijo que fuese fácil.

Pero sabéis qué?

si algo me empuja y me hace volar a ciegas, sin miedo

son las personas. 

 Había alquilado una habitación por Airbnb para tres días. La casa me daba igual. Lo único que me importaba era que quienes viviesen en ella fuesen acogedores, que pudiese pasar un ratito con ellos. Estar acompañada, sentir que había alguien a mi lado.

Y no sólo pude sentirme así, si no que la casa era y es una de las más especiales y únicas que había visto. 

Podías perderte en todos y cada unos de sus detalles.



La primera tarde estuvimos en el salón hablando hasta tarde. Cuando me metí en la cama, sabía que ya sólo por ese ratito había merecido la pena llegar hasta aquí. Alfonso pintaba, escribía, componía, tocaba el piano, la guitarra, tenía fotos preciosas y un gusto exquisito para la decoración. Y siempre, siempre, con un toque súper artesanal en cada rincón.




Jamás en mi vida había apreciado tanto los suelos de una casa.





Una cocina súper, súper bonita y decorada con todo el amor y los lugares del mundo.



Y la terraza...




Me he sentido en casa, sí.

Me ha ayudado mucho estar aquí para que los momentos bajitos, no lo sean tanto.



Y ahora todo vuelve a empezar, y otra vez a buscar la forma de poder estar en otro sitio al menos unos días hasta encontrar algo.

Y cuando crea que no pueda más.

Pensaré en ese desayuno en el que otro de los chicos se sentó a mi lado.

Me dijo que no me preocupase, que todo saldría bien.



Pensaré en la amiga de ellos que me llama ya al día siguiente para ir a una playa, que me invita a su casa a comer y se vuelca como nadie para ayudarme.

Y todo sin conocerme. Y llevando aquí sólo tres días.

Y me vendré aquí. A este pequeño rincón que es capaz de recordarme y sacar de mi todas esas cosas bonitas que a veces tratan de arrebatarnos.

Pero que están, siempre están.



-Lo mismo que la nieve sólo se derrite cuando el sol aparece, sólo evolucionas cuando, ante lo que odias, haces que el amor esté presente-
Xabier Satrústegui
                                                     

2 comentarios :

  1. woowww me has inspirado... yo estoy en un lugar donde la gente no es agradable pero buscare ese amor

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lion! Pues búscalo, búscalo o simplemente... encuéntralo en esos pequeñísimos detalles. Que estar, está. A veces hay que mirar tres veces en el mismo sitio para darse cuenta. Además, al final siempre, siempre, aparece alguien que nos agarra fuerte y hace que nuestro viaje haya merecido la pena. Ya verás! :) Mucha, mucha suerte!!!!

      Eliminar