
Aquella mañana mi vida comenzaba a asustarme. Caminaba sin rumbo, el viento parecía arrastrarme con él, el sol de enero y el frío de mi cuerpo. Todo era diferente, y a la vez, todo seguía igual. Sentía que por primera vez, me estaba dejando llevar en todos los aspectos de mi vida. Era el temor de lo incierto.
Y fue entonces cuando...
De vuelta a casa, una carta esperaba ansiosa en el buzón, Europa parecía no haberse colapsado por la nieve. Edimburgo leía libros y se paseaba bajo el sol. Just to say..Thank you.
Un anochecer entre prisas, conversaciones, labios rojos, cerveza fría y té caliente. En vuestra compañía.
La madrugada del sábado y la complicidad de quién dice lo siento sin saber bien por qué, sin recordar que pase lo que pase, y haga lo que haga, nunca me soltaré de su mano.
Un mediodía al volante, carretera y a cantar, y tú, tú no te separes de mi lado.
Una tarde de domingo compartiendo un cola-cao a 2.671 kilómetros, es el mejor momento.
....Y estos son los instantes que hacen que desees parar el tiempo, instantes que te recuerdan quién eres, instantes que te abrazan, instantes que te dejan sin aliento.
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