"Ahora Leticia es una niña que juega a mirar sólo lo que quiere ver, que no aparta los ojos del mar por miedo a fijarse en cosas desagradables. Yo me río porque sé que va a perder en algún momento, va a pisar la línea entre baldosas a pesar de haberse propuesto no rozarlas.
Y de la misma manera que deseamos un contacto visual sólo con la belleza, deberíamos mostrar únicamente nuestra parte soportable, ocultar nuestra faceta bestial en presencia de otros. En su libro El alma está en el cerebro, Eduardo Punset escribe sobre la educación emocional y sobre los comportamientos violentos. Dice que todos somos buenos y malos, y que nuestro organismo segrega una sustancia llamada serotonina responsable de calmar la irritabilidad.
Pienso que en una relación de pareja es importante no adentrarse en los asuntos sin salida, donde nos espera un enfrentamiento seguro. Debemos evitarlos porque sabemos lo que ocurre en ellos, ya hemos estado antes ahí. Aunque Leticia y yo vivamos en la misma casa, nada nos impide encerrarnos durante horas en habitaciones diferentes y no aparecer hasta no haber renovado la serotonina. Y en nuestras relaciones individuales con los demás, lo ideal sería que sólo saliéramos a la calle cuando pudiésemos ofrecer la cara presentable de nosotros mismos, esa versión amable e inofensiva con la que todos nos sentimos a salvo.
-Voy a andar con los ojos cerrados -dice dando media vuelta en la playa.
- ¿Para qué?
- Ya te lo he dicho. Para no ver la parte fea de Punta Umbría.
Entonces no me queda más remedio que cogerle la mano y guiarla por la orilla en dirección al hotel.Mi sacrificio consiste en mirar hacia delante, hacia las construcciones deformes que hay encima del paseo, y dejar que ella avance a ciegas. Leticia quiere que le avise cuando ya estemos en el recinto de la piscina, ahorrarse lo peor del camino."
Tu alma en la orilla

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