domingo, 21 de junio de 2015

Pero yo seguí pronunciando su nombre.

No podía olvidar lo de anoche. 

No podía dejar de pensar en el grandísimo daño que hace el dinero. 
 En tantos corazones vacíos. 
En todas esas palabras que se nutren de rabia y disparan con ira. 
En almas hechas de odio, de humo.

Que no. Que nada de eso está hecho para mi.

La vida cada vez comenzaba a parecerme más puta y yo no sabía ya donde meterme.

Así que me fui al mar.

-que mi amor vale más-


Y me alejé de la orilla. Y cuando me vestía una mezcla de sol y salitre,

y donde nadie oía mi voz,

comencé a llamarla bajito, muy bajito.

Comencé a llamarla como cada mañana, cada medio día, 

cada noche, cada minuto de reloj, cada llamada,

Como cada Dublín, cada Italia, cada Madrid.

Comencé a llamarla como cada día de mi vida.

Comencé a llamarla

a gritos, como cuando no me oía.

-y escribo esto hartándome a llorar-

pero yo seguí pronunciando su nombre

Y justo en esa línea que separa cielo y mar,  la vi bailar.

Sonreí entre lágrimas y seguí pronunciando su nombre.

Estaba ahí,

cambiando mareas,

abrazándome el amor,

cuidándome de cerca,

siendo señal.




Andrés Suárez

No hay comentarios :

Publicar un comentario