
Era ese maldito miedo tan, tan.. familiar. Todo sonaba a rabia contenida, a un no puedo más anclado en su garganta, a frío, a unos labios tiritando, a un corazón palpitando más y más fuerte, a unas manos pequeñas apretando el poco aire que parecía quedar, a balas desgarrando todos sus derechos de infancia, a su voz entrecortada... Y sus ojos, sus ojos brillaban hasta doler. Y después, bajado el telón, lloraban, lloraban hasta doler.
Y ese recuerdo parecía atravesar todos sus límites. Quiso ser quién siempre le faltó. Ese abrazo no dado, esa palabra de aliento, un no llores más. Y entonces apuró el paso. Le tapó los oídos y juró abrazarla fuerte.
Tranquila, todo ha pasado ya.
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