jueves, 8 de mayo de 2014

Que para tirarme de los pelos sin remedio, ya habrá tiempo.

La vida es muy puta, siempre lo dice mi abuela. Y yo, que aunque veces le hago cosa y otras no, no me queda más remedio que aceptarlo. Es así, y punto. 

Aunque eso sí, cada día me esfuerzo en demostrarle que es tan puta como jodidamente bonita, increíble y única.


Así que decidí sonreir. Sí, sonreír y vivir.

Que llorar, lloramos todos. Que la mierda a veces nos llega hasta el cuello. Que a todos nos rompen el corazón una y otra vez. Que otras tantas nosotros rompemos el corazón una y otra vez. Que todos, absolutamente todos, a veces CREEMOS no poder más. Que vivir en esta sociedad necesita de un libro de instrucciones que nadie nos da al llegar. Que a veces, la soledad ahoga. Que no siempre los demás van a actuar como esperamos. Que incluso las personas que más queremos, nos pueden desgarrar el alma. Que un día te levantas y te quemas con el café, te tropiezas en la calle, llegas tarde al trabajo y aún encima, te comes un sermón porque algo has hecho mal. Que hay rachas en las que los cambios -los que elegimos y no elegimos- nos ponen las tripas del revés y CREEMOS no saber continuar. Que las despedidas nos rompen en mil pedazos. Que las cosas no salen como nos gustarían. Que soñamos y ahí se queda, en sueños. Que no te han ascendido. Que el desaliento nos agarra fuerte. Que te has puesto la camiseta del revés y te has olvidado la cartera en casa. Que todo cuesta una pasta. Que ya se ha agotado esa camiseta que tanto te flipaba. Que hoy tus amigos tienen planes de sábanas y palomitas en pareja. Que tu familia no te apoya. Que no tienes nada que hacer y el aburrimiento te supera. Que esta ciudad es una mierda. Que te agobias. Que te agotas. Que no avanzas. Que es normal quererse y discutir, gritarse, hablarse mal, pero eso sí, ante todo, quererse. Que se ha ido, te ha dejado. Qué asco de vida. Me quiero morir.

Y entonces, piensas en el día que tu madre, tu padre o tu hermano, tu tía, tu abuela, tu amigo o quien sea que quisieras tantísimo se fue sin avisar. Y entonces enciendes la tele y ves que en Siria han muerto miles de personas esta mañana. Y entonces, también, piensas los que sin quererlo, sin beberlo, sin merecerlo, dejan atrás las cervezitas al sol, las tardes con amigos, las comidas ricas y las noches de palomitas, los sueños, por habitaciones blancas, por pijamas azules y cables, por una lucha constante -e indeseable para cualquier ser humano- cada puto día. También piensas en las familias, en todas esas mamás y papás que les toca lidiar cada día con el dolor más grande que la vida pueda darles. Piensas en levantarte una mañana y no poder caminar. Piensas en esa chica que un día te contó como de la noche a la mañana sus ojos se perdieron y una oscuridad eterna se hizo con ella. Piensas en los orfanatos de Nepal - y otros tantos lugares- y en sus miles de niñas que están en busca y captura de cientos, de miles de hombres que no tienen dignididad, ni vergüenza, ni nada salvable.

Y lo que es a mi, se me cae el alma al suelo. Y me quito a mi misma el derecho de decir que mi vida es una mierda. Me quito el derecho de buscarme problemas. Me quito el derecho de llorar cuando algo no sale como esperaba. Me quito el derecho de estar mal por amor al arte. Me quito el derecho a quejarme, pero quejarme de verdad.  Me quito el derecho a desperdiciar ni un sólo minuto de mi vida en estar triste sin motivo. Me quito el derecho a perder mis días, sí, mis días, que como los de todos, están contados. Me quito el derecho a creer no poder más. Me quito el derecho a hacer todo aquello que no sea estar bien. Me quito el derecho de decir ven -llorar y patalear- cuando alguien decide marcharse de mi lado porque quiere. Me quito el derecho a no cumplir mis sueños. Me quito el derecho de hundirme porque alguien me de una mala contestación. Me quito el derecho de despercidiar mi tiempo en malos ratos porque sí. Me quito el derecho a complicar más las cosas. Me quito el derecho a pronunciar, por lo que sea, un me quiero morir. Me quito el derecho de no ser feliz.






1 comentario :

  1. Que buena reflexión! Y qué cierto. Hay que agarrarse a lo bueno como si no hubiera nada más en el mundo. Que lo malo viene sólo. Bss

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