martes, 1 de noviembre de 2011


Necesito un rato para escribirte. Me pediste que bajara de aquel bus, que lo dejara todo. Hace poco leí que cuando te imponen algo, tendemos a hacer lo contrario. Supongo que así fue. Ya no sé si recuerdas que tengo un tirabuzón del lado derecho del pelo, las manos pequeñas, me encantan los calcetines y los domingos de cine. A decir verdad, diría que olvidaste aquel día que una vez, fue importante para ti.

Hoy te veo. Yo volví a ser quién siempre quise, vuelo alto y nadie me para.. Te deben de seguir encantando las fotos, te comprarás mil cintas para el pelo y llevarás esos pañuelos que tan poco me gustaban. Bésala, bésala con ganas y cuídala bien. No digas te quiero tantas veces, al final, pierde credibilidad. Y sonríele, sonríele sincero. Que tus palabras sean susurros, y que se muera si la miras. Súbele la falda y enséñale Venecia.
Y si no es hoy, quizás sea mañana.

Yo me fui lejos, me perdí y me encontre una y otra vez. Y qué poco orgulloso estarías de mi. Volví a tocar paredes blancas, a bañarme en salitre. Bailé hasta morir. Cruzé el charco y volé. Le canté a una guitarra y todo huele a azahar, no quieras saberlo. Sigo anclada en la distancia, y renaciendo en cada avión. Vivo de esos momentos que me dejan sin aliento.

Y dales el beso más fuerte del mundo,

y cuídales, y que ese piano no deje nunca de sonar.

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