lunes, 17 de marzo de 2014

Historia de mi workaway II

Hace exactamente cuatro semanas que escribía el principio de esta historia. Hace cuatro semanas de estas paredes de colores, de el olor a pan recién hecho cada mañana y de las cenas y comidas en familia numerosa.

Que sentir miedo cuando algo está a punto de empezar es humano, es valiente. Que todo llega. Y eso es lo que más quería transmitir en ese último post -y también en éste-. Contar mi experiencia para que a través de ella, todos aquellos que esteis en un momento parecido, en no saber exactamente qué hacer o simplemente, dejeis de hacer cosas por miedo al cambio, por miedo a lo desconocido, por miedo a esa sensación de soledad de los primeros días.. que veais que a todos nos pasa lo mismo, quizás de manera diferente, pero todos, absolutamente todos, sentimos -aunque sea por un instante-  ese vértigo al mirar atrás, ese vértigo en pensar lo que "dejamos", el mismo vértigo que da mirar hacia delante y pisar desconocido.

Apenas unos minutos, en una de esas conversaciones nocturnas que tanto me aprietan el corazón desde que estoy aquí, comentaba que precisamente, el tener amigos de verdad, el tener a gente que te quiere, es el mayor empujón para echar volar. La seguridad de saber que no importa  a donde vayas, que no importa donde estás porque siempre habrá un sitio al que volver, porque siempre habrá quien cuente los días para verte. A eso yo le llamo libertad, una de las libertades más bonitas que existen. Al igual que me gusta hablar de independencia, una independencia que nace de la más serena, cuidada y fuerte dependencia. Sí, gracias a esta manera de querer tan intensa, gracias a quienes me cuidan cada día, hago y deshago, pinto y despinto, borro y escribo, sueño y vivo a mi manera. Siempre con la certeza de un hogar.

Recuerdo el enero más difícil de mi vida, recuerdo esa sensación de romperme en pedazos en un abrazo. Ese miedo a la distancia, a los kilómetros, a lo que vendrá. Ese pánico a separarte de quien quieres, esa idea de dejarlo todo atrás. Qué complicado parece todo al principio, cuántas lágrimas que parecían no tener fin. Y luego llega el día siguiente y simplemente, sigues caminando. Y mientras, en ese camino, vas creando e inventando mil maneras para estar cerca, para que ese dejar atrás sea un te llevo conmigo, siempre. Equilibrio diría yo.

Y que estas tres parrafadas que acabo de soltar, eran simplemente para explicar, que después de tanto miedo esa primera noche aquí, tras 22 días y desde esa misma habitación de ocho edredones deshechos, ocurre que hoy, mientras revolvía el azúcar en café a primera hora de la mañana, alguien se acerca a mi con un - buenos días, puedo darte un abrazo súper fuerte? -  y es entonces cuando entiendo, que basta un sólo instante para explicar la magia de un mes de marzo en otra ciudad, en otro país. Para amar, para soñar, para vivir.

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