jueves, 25 de septiembre de 2014

A ti, mis 24


A ti, que naciste en un tercero de Parnell St. Que te recibieron con todo el amor del mundo y un avión que llegaba de Berlín. Que te abrigaron fuerte tras días de sal. Que te entregaron el cuerpo, la vida y el alma. 


A ti,  que perdiste el equilibrio con el ruído de un avión.  Que tenías los pies en la tierra y la mirada en el cielo. Que lo contaste todo en un fin de semana y te sobraron  razones.  Que todavía me preguntabas por qué esas ganas de comerte el mundo. Que te serví una copa y muchas más.  Que aunque tú no lo quisieras, estabas muriéndote de amor.



A ti, valiente. Que te dolió el polvo de los sueños que huyeron. Que cuando te creías capaz de comerte el mundo, la vida te devoró de golpe. Que saltaste al vacío. Que acabaste en el suelo hecha añicos. Que besaste con lágrimas. Que abrazaste un cuerpo luchando y juraste cuidarlo. Que tu piel parecía romperse, perder sus piezas, descomponerse.

Descolgaste el teléfono. Te abrazaste el corazón. Salvaste tú, dijiste. Y tus ojos lloraron hasta doler.



Entonces llamó a la puerta, se llamaba Culpa, quería a quedarse a vivir. Ella sí lo hizo, no como tú. Pero aprendisteis, aprendisteis a convivir entre lágrimas y silencio. 


Y entonces pasó.  El viento.  Te enamoraste del viento. Le ofreciste la vida. Él la vuelta al mundo. Sopló más fuerte que nunca. Te enamoraste hasta las trancas de su libertad. Deseaste con fuerza cuidarle la vida. Probaste sus defectos personales e incluso te gustaron. El viento, el viento y su fuerza, sus alas, sus ganas. Alzasteis el vuelo de un viaje infinito. El viento se hizo aliento, mi aliento.


Y con él hiciste una tregua. Sopló tan, tan fuerte que diste rienda a tus sueños. Acabaste con una escobilla, trapos viejos, diferentes detergentes y sábanas gastadas.  Los viajes sin vuelta no podían darte más morbo. Y ahí volviste a encontrarte, aprendiste y fuíste. Sonreíste, sonreíste fuerte. Una soñadora entre los locos. 


Y a ti, después de todo, te  odio por tantas lágrimas, por esta colega que aún no me suelta.
 A ti, después de todo, te agradezco, por encima de todo, la lealtad y el respeto al corazón. 



Por ello -y con el viento a mi lado - te beso la cara, te abro la puerta y con todo el amor del mundo en un abrazo, bajo el cielo de Madrid, me despido de ti



2 comentarios :

  1. Chica como escribes! No suelo tener mucho tiempo para entrar en los blogs de la gente que sigo pero me acordé y he sacado un minutillo. Y tus fotos... Una maravilla!!

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